"¿De quién son esas flores...? "
Por
Maria Zimmerman
En sexto se turnan dos maestros en el aula. Mirta, pasión en las matemáticas y lindo lío en las ciencias naturales; entusiasmo frío e interesante. En contraste Jorge es cálido, no tan apasionado, a veces habla bostezando "¿hablo yo o pasa un tren?",
suele preguntar y hasta ahí llega su ánimo poético - pero si ambos están en el
aula él es quien dice lo que hay que hacer. Les observo desde mis once años y
diría que ella se hace la mujercita. No es que me moleste que haga eso, pero
tengo mis razones para estar atenta a esos detalles. Mirta que tiene la edad de
mi mamá si viviera, parece hacerse más chiquita cuando está el maestro también.
A mitad de año llegan unas
personas de lo más extrañas, el maestro nos dice que pertenecen a una fábrica muy importante pero no entiendo qué hacen en la escuela. Vienen a mostrarnos una película sobre una chica que se
desarrolla. La imagen de una toallita higiénica a la cual le caen algunas gotas
azules no da miedo. Una de las alumnas pregunta si es azul la sangre, a lo cual
la representante de Johnson y Johnson responde:
- Sólo
a las princesas les sale sangre azul - después de unos segundos ríe y la alumna
que ha hecho la pregunta también se ríe - A todas las mujeres, princesas
incluidas, les sale sangre roja.
¿Por qué utiliza la palabra "mujeres" si
nosotras no lo seremos hasta dentro de muchísimos años? La chica de la película tiene uniforme de
escuela privada, luce su pelo largo y brillante como un manto de seda cuando se
hamaca.
"Lo bueno es que se sigue jugando", eso es un
consuelo para mí, ya que no hay nada que me interese más que jugar. La película
termina con que el padre sorprende a la chica con un gran ramo de flores, lo
que me parece un poco cursi.
Volvemos para al aula con bolsitas en la mano y
los varones preguntan:
- ¿Qué
tienen ahí?
Las chicas estamos considerando si contarles o
no pero el maestro se impone:
- Eso
no es asunto de ustedes. Siéntense y abran la carpeta.
Hacen
algo fuera de norma: un viernes, el anterior al día de la madre, a última hora,
los maestros me entregan un ramo de flores. Los miro sorprendida y pienso que
la idea ha sido de ella porque el maestro pone cara de yo no fui.
- Es
para que le lleves a tu mamá- dice Mirta y agrega bajito- si van al cementerio.
Me da mucha
vergüenza ser la única a la salida de la escuela que lleva flores en la mano. ¿Por qué a ella le dieron flores y a nosotros
no? Es porque se le murió la mamá, escucho que alguien dice bajito Cuando vuelvo
a casa se las doy a la esposa de mi padre pero para sacármelas de encima,
porque sé que no iremos al cementerio y porque no quiero entrar a mi habitación
con un ramo de flores pese a sus colores bonitos.
Me recuerdan lo de ser mujer: lindas, frágiles. No
quiero pensar en de quién son esas flores.
De esa charla pasa casi un año, lamentablemente
no recibo mayor información de las transformaciones que se avecinan. Los pechos
comienzan a crecerme, mi abuela me compra un corpiño anticuado pero de buena
calidad que, como ella me dice, sujeta bien.
Ahora
estoy en séptimo y es durante una clase de Matemática que pasa. Una sensación
rara en la panza, un dolorcito diferente a cuando una comida me cae mal. Es
como si me tensaran los músculos abdominales. Sólo que no hicimos abdominales,
estoy quieta copiando las fracciones que Mirta escribe en el pizarrón.
Sin
embargo lo que ocurre en allá abajo en el pubis, me perturba. Es como si un
duende endiablado se hubiera puesto a cambiar las cosas de lugar, las cañerías
por donde pasa el agua y la sangre... ¡La sangre! De pronto me acuerdo de lo que
nos contaron el año anterior ¿y si está ocurriendo eso?
Levanto la mano y pregunto si puede ir al baño.
La maestra me dirige una de sus miradas de rayos equis y aprueba el permiso. Al
momento de bajarme la bombacha, descubro el Horror. Es un tren fantasma; sangre
oscura, brillante, inundando la ropa interior y atravesando el pantalón ... ¡y el
delantal!
¡Qué
bronca tengo de que los adultos no me han dicho la verdad... !¡ No son unas
gotitas decolor azul o rojo o el que sea! ¡ Qué vergüenza ! ¿ cómo voy a volver
al aula; cómo voy a tomar el colectivo a la salida...? Me quito el delantal y el
sweater; luego me vuelvo a poner el delantal y me ato el sweater a la cintura
para tapar la mancha.
Anhelo
que nadie se de cuenta de esto. Sin embargo apenas entra al aula donde mis
compañeros están abstraídos con los ejercicios de fracciones, Mirta me ataja en
la puerta y le pregunta:
- ¿
Te pasó algo María?
- No,
nada - respondo.
"A mí podés contarme", dicen los ojos de la
maestra. Su mirada es cálida, soy consciente de que quisiera confiar en esa
mujer.
- ¿
Te indispusiste? - pregunta Mirta sin levantar la voz, con un tono de
complicidad que no es frecuente en ella.
- No
- miento.
- ¿Estás
segura? - insiste la maestra con algo de decepción.
- Si
- digo.
- Sentate
-concede con un suspiro apenas perceptible-,copiá las cuentas, las vas a tener
que hacer de tarea.
Cuando
llego a casa, no le digo a nadie. Busco la bolsa de Jhonson y Jhonson y me
pongo la toallita higiénica, que en un par de horas rebalsa de sangre. Cuando
me quito la toallita hinchada la tiro al fondo del ropero. Como se me acaba el
paquete, empiezo a usar papel higiénico enrollado.
Así pasan tres o cuatro días. Hasta que de
repente oigo los pasos demi padre subiendo por la escalera. Presto atención al
sonido, suelo darme cuenta del estado de ánimo o de la intención que trae,
según sus pisadas.
- María
- dice él con tono serio -, me contó la empleada que estás guardando los
apósitos usados en el ropero, que eso generó mucho olor. ¡Cómo vas a hacer eso!
Tenés que envolverlos y tirarlos en un cesto. ¿Por qué no me avisaste que
tuviste el período?
- Me
olvidé - intento restarle importancia, pero sientodecepción de la forma en que
su papá la reta.
- Bueno,
ahora la muchacha ya los tiró; no los metas más en el ropero.
Mi padre
baja la escalera, me quedo como un globo pinchado, como si con la sangre se
hubiera ido de mi cuerpo algo que era como una ilusión. Recuerdo que a la chica
de la película el padre le regalaba flores;ese gesto que me había parecido que
significaba que las chicas somos lindas y sensibles, ese gesto quizá haría que
las cosas se sintieran diferentes pero claro, papá no es cursi.
A través de la ventana, las ramas del árbol de
la vereda parecen querer decir algo, creo que es la primera vez que las miro.